El mosaico fue el antecesor del terrazo. Los procedimientos de obtención son similares.
Un mosaico hidráulico es una baldosa decorativa de cemento pigmentado (no están hechas de barro o adobe, ni cocidas, como es el caso de las baldosas cerámicas), de uso interior y exterior. Inventado en Catalunya a mediados del siglo XIX, fue usado como pavimento en las construcciones hasta los años 60 del siglo XX.
Las primeras referencias son de 1857 si bien su consolidación como producto alternativo a la piedra natural (mármol principalmente) fue en la Exposición Universal de París de 1867.
La medida más habitual es la de 20×20 cm, aunque también las hay de 10×10, 15×15, 25×25 y 40×40 cm.
El proceso de fabricación se caracteriza por el uso de moldes metálicos («trepas») para la aplicación de los colores, que posteriormente son fijados a la base de cemento mediante el uso de prensa hidráulica.
La coincidencia de esta técnica con el desarrollo del modernismo hizo que los diseños fueran más complejos y artísticos y que los fabricantes contaran con los diseñadores de moda entre sus colaboradores.
El mosaico hidráulico se fabricaba pieza a pieza. El artesano elegía los colores que iba a utilizar y preparaba una pasta con agua, mezclando polvo de mármol blanco, cemento blanco, arena y pigmentos.
Este preparado se vertía en la «trepa», que consiste en un molde que integra unos separadores de bronce o latón encajados dentro de un marco. Cada espacio se llenaba con su color correspondiente. Cuantas más tonalidades tuviera el dibujo, más tiempo para su elaboración era necesario, por lo que el coste de la loseta aumentaba. Esta capa, la decorada, que es la que era visible cuando estaba colocada, tenía unos 4 -5 mm de espesor.
Si bien su uso ha disminuido, todavía existen muchas fábricas que los siguen realizando de la manera tradicional tanto para su uso en la restauración de antiguas casas, como para ser colocados en obra nueva.